El día que solté, ya no hubo mas dolor.
El día que solté, me voló la cabeza. Pude volver a imaginar y disfrutar todos los pestaneos de mi alma.
El día que solté, deje ir el dolor con tanta paz, que pude volver a recorrer mis cicatrices con respeto y entendimiento.
El día que solté, fui tan feliz, y tuve tanta calma que no pude hacer otra cosa que sentirme agradecida por haber tenido el valor de haber soltado.
El día que solté, todo siguió igual, pero con la sutil diferencia que yo ya estaba lista y sana- la lección, el dolor, todo eso que me molestaba, ya no estaba.
El día que solté, fui feliz.
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