Todas las veces que quise expresar mis pensamientos, terminaba prefiriendo tomarme un vino, o prender un cigarrillo. Mi mente lograba generar diálogos, escribía mejor de lo que pensaba cuando estaba en trance. Mi piel se erizaba esuchándome a mi misma relatar un pensamiento. La idea nacía siempre de algo real, y se transformaba en algo cósmico, inexplicable como había tanta sabiduría dentro de mi, pensaba, y me preguntaba porque había dejado que me apagaran los pensamientos para poder encajar en vínculos que no llegaban a ningún lado, porque deje de hacer siempre lo que me gustaba- y terminaba siempre ignorándome a mi misma. El precio puede ser caro. Claro, enfrentarlo es mas jodido que ignorarlo obviamente.
Esto ya no se trataba de una historia de amor fracasada, o de errores, de mentiras o engaños. Se trataba de mi misma, y con la niebla que traía el drama en una escena de terror, cuando la chica camina sola por un lugar inhóspito, así, me enfrentaba a mi misma, para seguir escribiendo mi vida en base a lo que yo quiero, y nadie jamás iba a poder intentar determinarme, mas que mis propios actos, que por cierto-nacían de mi propia voluntad.
Un tropezón no es caída, pero si te caes siempre con lo mismo- ya es una decisión.
Tortuga Rosada.
Responder